Su origen se remonta a las fiestas anglosajonas
pre-cristianas, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad asociado a la
diosa Eastre, a quien se le dedicaba el mes de abril.
Progresivamente, se fue
incluyendo esta imagen a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, se
empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania, esto dio
orígen también a una curiosa leyenda
La leyenda cuenta sobre un
pequeño conejo que se encontraba dentro de la cueva en donde los apóstoles y
creyentes de Cristo guardaron su cuerpo. Ellos lo dejaron allí y
cerraron con una roca, pero el conejo lo miraba sin entender de quien se
trataba. Luego se levantó y el conejo vio
como el ángel corría la piedra para que pudiera salir, entonces se llenó
de alegría su corazón al comprender que había presenciado como el hijo
de Dios volvía a la vida.
No podía entender tanto sentimiento. El pobre
animalito quiso comenzar a evangelizar a las personas pero no podía
porque palabras no salían de su boca, por esto es que tuvo que ser muy
inteligente para encontrar una manera de poder comunicarle al mundo lo
que había visto.
Los conejos escucharon todo lo que tenía para decir,
pero es que ellos no podían entender que pudiera pasar algo así, además
no se metían en las cosas de los humanos, pero este conejito pensaba
diferente; él sentía la necesidad de decirle a todas las personas que
Jesús era el hijo de Dios y que él lo había podido comprobar.
Lo
que comenzó a hacer es a pintar huevos de todos los colores, si no
podía transmitir lo que sentía a las personas, por lo menos haría
hermosos huevos para demostrar que se debe estar feliz y alegre durante
el día donde Cristo volvió a la vida, por eso es que todos los domingos
de pascua sale a repartir los huevos que los niños esperan con tanta
esperanza de que llegarán.
(De la página leyendas para niños.com)
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